No soy de aquí ni soy de allá
Por Nadia Celebic
Dejar lo conocido en busca de algo mejor, la esencia de la migración, y en parte la esencia del hombre. Aunque desde hace miles de años hayamos dejado de percibirnos como nómadas, la verdad es que en la práctica, muchos lo seguimos siendo. Ya no cambiamos de región en busca de animales de caza, pero sí en busca de empleo, seguridad, oportunidades, en fin, motivos hay mucho más que los que en la prehistoria había. Una de las más obvias diferencias entre hace 10,000 años y ahora, es la creación de civilizaciones, gobiernos, leyes y fronteras que limitan la libre circulación de individuos entre zonas geográficas. Decir que la Tierra es una, es cegarnos a la realidad geopolítica del mundo y al modus vivendi de los seres humanos.
Más allá del discurso amigable, positivo, idealista que se maneja en las recientes tendencias, en los hechos los ciudadanos y sus gobernantes han y seguirán defendiendo el área que consideran propia. La historia de la migración valida este argumento, siempre ha causado malestar a los locales, que se ven repentinamente forzados por decisiones externas, el compartir espacio y recursos con los recién llegados, así como los cambios inminentes en el entorno.
Los países más privilegiados, al formar parte de una comunidad internacional, se ven bajo la presión de sumarse a la bonita cooperación, ayudando a aquellos que se las están viendo muy difícil. Pero cada vez las crisis migratorias son más graves y más grandes, y países que estaban en calidad de ayudar, hoy por hoy enfrentan una crisis interna y su capacidad de ayuda está al borde. Lo que los pone en la disyuntiva de seguir apoyando a costa de sus ciudadanos, perjudicando el nivel de vida de quienes han nacido, crecido y pagado impuestos, o solidarizarse con las víctimas extranjeras que no tienen a dónde más ir.
Esa misma disyuntiva abona a la división social, y quedan las preguntas: ¿Qué tanto debe apoyar un país a otro? ¿Un gobierno debe poner primero los intereses de sus ciudadanos o de los migrantes? No hay respuesta concreta a esas preguntas, hay argumentos que respaldan las distintas posiciones.
Humanamente hablando todos merecemos sustento, derechos humanos, patria, y quien dejó todo, quien perdió todo, merece ser recibido en algún lado donde pueda rehacer su vida. Y los países anfitriones tienen la tarea de generar condiciones de inclusión, donde se puedan asimilar prontamente al idioma, al trabajo, a las costumbres, para sumar a la construcción de una sociedad y una economía más rica y diversa…
Desde otra óptica, bajo un enfoque más nacionalista, !con qué atrevimiento los gobiernos se comprometen a recibir a miles de personas y proveerles un buen nivel de vida, cuando hay millones de paisanos con hambre, sin acceso a salud, educación y seguridad!
!porqué habrían de quitarle a unos para darle a otros si se supone que el principal objetivo de los gobernantes es procurar por su pueblo antes que nada!
Ese choque entre perspectivas se está manifestando cada vez más Europa, que además su cargo de conciencia por su pasado imperialista, le hace moralmente vulnerable a las crisis que se desatan en sus antiguas colonias, aunque eso implique exponer a sus ciudadanos, callar crímenes para no caer en la tan temida etiqueta de “racistas” y poner en riesgo su tan envidiable estabilidad economica y politica.
En otros continentes la cosa es tal vez más grave, Latinoamérica por ejemplo enfrenta una terrible racha en su historia de pobreza, violencia y gobiernos autoritarios, el resultado es una frontera sur de Estados Unidos colapsada, una creciente xenofobia y cada vez mayor indiferencia a las crisis internacionales. Los gringos ya NO quieren ser el héroes del mundo y apenas van entendiendo que sus gobiernos no se han involucrado en guerras al otro lado del mapa solo porque son buena onda, sino porque financiar guerras es un buen negocio que beneficia a una élite chiquitita.
Aparte de la asignación de recursos que implica el recibir a miles de personas que no cuentan con recursos para mantenerse, está el hecho innegable del incremento en delitos que devienen del caos que se hace al abrir las fronteras sin un debido proceso, dejando a los migrantes mucho más vulnerables a ser abducidos por el crimen organizado o verse forzados a cometer delitos menores para subsistir cuando el gobierno que los recibe no les da las herramientas necesarias para su establecimiento. Sin mecanismos más efectivos para disminuir la migración irregular, ambas partes se seguirán viendo transgredidas.
El resultado, sin importar la perspectiva de la que se vea, es una metamorfosis social y cultural cuya puesta en marcha no se detiene, como siempre ha sido, como siempre será. Conflictos internos y formación de grupos similares (ghettos), nada nuevo. A lo largo de la historia no han habido civilizaciones estáticas, los imperios han caído, las fronteras se han actualizado miles de veces, y el desplazamiento de personas es lo que le ha dado vida al mundo humano, con la única diferencia de que de poco menos de 100 años a la fecha tenemos mayor noción de lo que pasa en el mundo.